
Para poder hacer esto nos amarraron una soga que simulaba una silla que debía estar muy bien ajustada. Después nos explicaron lo que debíamos hacer para frenar y para mantener la dirección a la hora de bajar por la soga, luego nos daban un par de guantes para no quemarnos las manos y finalmente nos amarraban un mosquetón que nos sujetaba a la cuerda.
El momento antes de saltar el nerviosismo crecía con rapidez, se sentía un enorme vacío en el estómago y la altura parecía aumentar; sin embargo, el momento de saltar la adrenalina corría por el cuerpo y pudimos experimentar una increíble sensación.
Foto: Belinda Terneus
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