En el oriente también pudimos realizar emocionantes actividades como una saltar 30 metros en caída libre.
Para poder hacer esto nos amarraron una soga que simulaba una silla que debía estar muy bien ajustada. Después nos explicaron lo que debíamos hacer para frenar y para mantener la dirección a la hora de bajar por la soga, luego nos daban un par de guantes para no quemarnos las manos y finalmente nos amarraban un mosquetón que nos sujetaba a la cuerda.
El momento antes de saltar el nerviosismo crecía con rapidez, se sentía un enorme vacío en el estómago y la altura parecía aumentar; sin embargo, el momento de saltar la adrenalina corría por el cuerpo y pudimos experimentar una increíble sensación.
Foto: Belinda Terneus
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