martes, 30 de junio de 2009

Testimonio personal- Pamela Torres

Soy Pamela, hija de Dios y su escogida para servirle y darle la gloria por todo lo que ha hecho en mi vida.

Antes de que decidiera escuchar y seguir el llamado de Dios yo era una persona buena, normal, tenía mis amigos, académicamente me iba bien y en mi familia todo marchaba en orden. Como me consideraba buena, establecí ciertos parámetros básicos para mi vida, eran cosas que uno dice que nunca en la vida va a hacer y que no entiende como personas "malas" pueden realizar.

Sin embargo, rompí una de esas reglas de moralidad que me había impuesto y desde ese instante mi vida cambió por completo. Dejé de considerarme buena y me convertí en una persona soitaria, llena de miedos, de conflicots y de resentimientos; la culpa me pesaba tanto que ni siquiera podía levantar la cabeza y tampoco quería levantarme de la cama.

Como mi familia participó de mi error pasamos de ser unidos a un grupo de personas que vive bajo el mismo techo pero que no sabe nada del otro. Seguimos terapias con psicólogos y tratamos de conversar, pero nada funcionaba. Me sentí cada vez más culpable de lo que sucedía y para sobrellevar la situación me refugié en mi novio de ese entonces, lo convertí en lo más importante de mi vida y creí que gracias a él mis heridas habían sanado.

De repente, mi relación sentimental terminó y otra vez me vi sumida en la desesperación y en la tristeza. Volvieron las peleas en mi casa, las bajas notas en la universidad y la culpa que no me dejaba en paz.

Cuando me encontraba así, Dios utilizó a uno de sus hijos para darme sus palabras de amor. Solo él logró darme la paz que tanto necesitaba y que sobrepasa todo entendimiento. Además, despertó curiosidad en mí y decidí asistir por primera vez a una reunión cristiana, en ella Dios me regaló un versículo que dice que nosotros no lo escogimos a él sino que él nos eligió a nosotros. Entendí que Dios me estaba llamando y que tenía planes para mí por lo que me dispuse a colaborar en todo y a aprender. Como quería que esta nueva vida sea algo permanente, oré pidiéndole al Señor que entrara en mi vida y que hiciera de mí la persona que él quiere.

Después de esa oración mi vida volvió a cambiar. Dios me fue enamorando cada día más de él, poco a poco restauró la relación con mi familia, me enseñó a perdonar y a apropiarme de su perdón. Los problemas no desaparecieron, pero ahora los puedo vencer.

Foto: David Sánchez

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