A lo largo de mi vida siemrpe me consideré la hija mimada de Dios porque a pesar de tantos problemas siempre fui una persona muy afortunada. Sin embargo, problemas famililares como el divorcio de mis padres, el vivir con mis abuelos y ver a mi madre dos veces al año provocaron un vacío en mi vida que con el pasar de mi adolescencia se fue conviritiéndo en rebeldía.
A pesar que estudiaba en un colegio cristiano donde nos dijeron cómo recibir a Cristo, no lo hice de corazón y lo que nos enseñaban, para mí, era solo una hora de clase más.
Al cursar mis primeros años de universidad, después de la semana de exámenes, mi mamá me propuso un viaje a Cali yo sola, así que acepté. Llegó el día del viaje, me subí a una 'Panamericana' y, al partir, un señor se subió a orar (algo que me extrañó completamente, pero que preferí ignorar), pusieron un par de canciones cristianas, pero yo permanecí indiferente; al hablar con mi compañera de asiento me enteré que ibamos a un campamento cristiano y en ese momento decidí bajarme, pero ya era demasiado tarde.
Tras un largo viaje por fin llegamos y todo lo que hacía me parecía terrible, aburrido y le vi todos los contras posibles. Al final de la semana, el último tema que se dio en la noche me llegó muchísimo; una amiga oró por mí y me quebranté muchísimo. Esa noche volví a recibir a Jesús en mi corazón, esta vez sinceramente, le pedí a Cristo que entrara en mi vida y a partir de ese día mi vida cambió totalmente.
Al comienzo creí que todo sería hermoso y que no volvería a tener problemas, pero esto no fue así ,sino que apartentemente perdí en todo aspecto: un semestre en la universidad, mis amigos, mi novio. Pasó el tiempo y Dios mismo se encargó de mostrarme que todo lo que perdí alguna vez era necesario para mi formación.
Ahora sí puedo decir que tengo un antes y un después de Cristo. Un antes marcado por un vacío en mi vida y un después donde Dios es mi primer amor, un padre amoroso y un amigo incondicional. Desde que le entregué el control de mi vida todo ha marchado bien, tengo una linda relación con mi familia, unos amigos que realmente valen la pena, una relación con mi novio en la cual nuestro amor va en tres direcciones: ambos tenemos la vista puesta en Dios, tengo éxito en el nivel académico en el que anhelo ser una mujer profesional que aporte a esta sociedad con conocimiento y como un instrumento de Dios.
Foto: Cristina Pintado
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